Tania Montiel
43 sillas plegables de color negro están formadas a las puertas del edificio marcado con el número 66 de la calle Regina, en el Centro Histórico; cada una de ellas tiene el rostro de los estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, desaparecidos –al menos 41 de ellos- desde septiembre del año pasado y cuyo paradero aún queda en duda, a pesar de las “verdades históricas”.
Es así como el Museo Casa de la Memoria Indómita se hace visible en una zona donde la principal atracción son los restaurantes, bares, cervecerías, pulquerías y mezcalerías frecuentados por jóvenes y adolescentes; y precisamente son ellos a quienes se dirige el museo, para llevarlos a la reflexión mediante la narración de una historia que se contrapone a la historia oficial.
Su exposición permanente da testimonio de los desaparecidos, torturados y asesinados por el Estado Mexicano en el Movimiento Estudiantil del 68, el Halconazo en 1971, y hasta nuestros días, teniendo como el último y nada honroso ejemplo a los normalistas de Ayotzinapa.
Mediante la conjunción de piezas artísticas basadas en los sucesos que denuncian, sumando testimonios, documentos oficiales, recortes de prensa, afiches y carteles de hace algunos años e incluso archivos audiovisuales de la época, el museo pretende, mediante sus exposiciones emprender una denuncia y una lucha pacífica contra el gobierno.
Si bien todo el recorrido es interesante, hay dos salas que resaltan de la exposición: la de Terror y La Espera. En la primera, con una habitación completamente en la obscuridad y al centro una silla de madera con una leyenda y una lámpara sobre ella, resuenan e impactan las voces de hombres y mujeres, que acusan los malos tratos –físicos y psicológicos- a los que fueron sometidos.
El segundo espacio, que asemeja la sala de una casa antigua refiere a la espera por parte de sus familiares, de las víctimas de la desaparición forzada; ésta debe ser revisada hasta en los más pequeños detalles: paredes repletas de retratos, a blanco y negro y de diversos tamaños de los desaparecidos a lo largo de los 40 años de la existencia del Comité, en vitrinas y mesas hay libros y objetos que tienen su propia historia en las continuas búsquedas e incluso hay un joyero que con letra pequeña, relata la historia de 4 mujeres desaparecidas.
En la sala de las exposiciones temporales en estos momentos se encuentra la muestra La Memoria Indómita del Maíz, referente a la importancia simbólica y cultural que tiene el maíz y su siembra en el país, y cómo los transgénicos atentan contra su riqueza y el modo de vida de los campesinos mexicanos.
El museo está a cargo del Comité Pro Defensa de Presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados Políticos de México EUREKA!, cuya figura más sobresaliente es la señora Rosario Ibarra de la Piedra, quien en 1975, inició la búsqueda de su hijo Jesús Piedra Ibarra a raíz de su desaparición en Monterrey, suceso que también dio inicio a la organización del Comité para exigir la aparición de las víctimas de la desaparición forzada por parte del Gobierno.
El Museo Casa de la Memoria Indómita abre de martes a domingo de 10 a 20:30 horas, el acceso no tiene costo fijo toda vez que es de aportación voluntaria, cuenta con un restaurante, además de ser un espacio abierto para otro tipo de eventos como talleres, conciertos, conferencias y foros. |