Tania Montiel @tankurtbunbury
Luego de un recorrido por algunos espacios donde Frida Kahlo y Diego Rivera vivieron, trabajaron y pensaron en dejar un poco de ellos para que fuera admirado por generaciones posteriores, la última visita tuvo como destino La Casa Azul en donde vivió y también murió la pintora, ubicada en el centro de Coyoacán.
Tal vez sea la zona, más céntrica, accesible y turística, o la mayor difusión que se da a este espacio, pero es sin duda el sitio más visitado perteneciente al matrimonio Rivera-Kahlo, donde el visitante, además de apreciar obras emblemáticas, podrá acercarse de manera más palpable a la intimidad de Frida.
El recorrido inicia con la exposición de algunas obras de la artista, retratos de su familia, autoretratos, pruebas de colores, dibujos incompletos y paisajes, que más que ser parte de una técnica son signos del estilo y de las vivencias más personales de la pintora, sobre todo aquellas que surgieron del accidente que le traería consecuencias físicas para toda su vida, una de ellas la imposibilidad de tener hijos.
Hija de un fotógrafo, desde pequeña Frida se relacionó con este mundo y lo incorporó a su arte y a su vida; de este modo, fragmentos de su vida familiar, así como sus amistades conforman el mosaico presentado al púbico para conocer más a profundidad quién era Frida Kahlo.
Como en la Casa Estudio de Diego Rivera y Frida Kahlo, y en el museo Anahuacalli, la presencia de uno de los artistas no puede estar completa sin algún objeto, esencia o mención al otro, por ello, aquí se presentan algunas pinturas de Diego Rivera: retratos de conocidos y amistades, los planos y las primeras fotos del Anahuacalli, así como algunas pinturas cubistas.
Luego de estas salas de exhibición se da paso a asuntos más familiares y que enseñan la admiración que los artistas sentían por las culturas populares de México, así puede observarse una cocina tradicional con trastes de barro y utensilios de piedra tradicionales, como el metate, conviviendo con una estufa que en su tiempo funcionó a base de leña.
Está también el comedor, vigilado por vitrinas y estantes repletos de figuras y artesanías tanto tradicionales como con intervenciones personales: platos, vasos, animales de mimbre, manteles tejidos a mano y con diversas técnicas.
A un costado del comedor se encuentra la habitación que perteneció a Diego Rivera y que, de acuerdo a la historia, fue la pieza que ocupó León Trotsky a su llegada a México.
El estudio de Kahlo también tiene historia propia, el caballete, los colores pastel, las acuarelas, su frascos de perfumes y de esmalte de uñas donde preparaba sus pinturas, así como el espejo que usaba para elaborar su autorretratos, resguardados por centenares de libros, con temáticas que van desde la historia, la arquitectura hasta la botánica y el comunismo, acompañadas de las piezas prehispánicas que los pintores tenían en su colección personal.
La parte final de la casa alberga la habitación de Frida: la primera en hacer su aparición es una cama donde está colocada su máscara mortuoria acompañada por más libros, en una segunda cama se aprecia una fotografía de Kahlo en la cama debido a las lesiones y por ende, sus operaciones, además de mariposas. En la misma habitación hay muñecas, instrumentos de pintura, y una vitrina repleta de distintos tipos de miniaturas.
Mención especial tienen los baños de las habitaciones, pues a pesar de ser desconocidos para los visitantes, su importancia radica en que éstos funcionaron como caja fuerte y cápsula del tiempo, pues en sus interiores albergaron piezas icónicas de la pintora, descubiertas hace algunos años por la amiga de Diego Rivera, Dolores Olmedo.
Pese a la remodelación y trabajos en una de las paredes del jardín, esta zona de la casa es un espacio disfrutable, la fuente, la exposición de un artista contemporáneo a los pintores que retomaba el trabajo de las culturas prehispánicas, la pirámide con incrustaciones de piezas prehispánicas, y la diversa vegetación distribuida en todo el espacio invitan a indagar en los rincones y encontrar, también ahí, algunas piezas de arte muy antiguo.
Frida está de moda
Desde el 2012 y hasta diciembre de 2016 en la Casa Azul se encuentra la exposición “Las apariencias engañan: los vestidos de Frida Kahlo”, donde, con la colaboración la Revista Vogue, se muestra a los visitantes prendas de vestir de la cultura tradicional mexicana apropiados e incorporados por Frida a su día a día.
Faldas multicolores, rebozos, blusa huipil, tocados collares, flores, sus corsés de yeso y cuero, hasta conjuntos completos, como el de Tehuana eran útiles para la artista en distintas formas: servían tanto para disimular las secuelas de sus enfermedades, en su comodidad por las mismas, como un reconocimiento a las culturas mexicanas, y como expresión de su sentir, su vivir y también de su arte.
En la muestra además de dibujos, fotos y pensamientos más íntimos de la artista, también se exponen prendas de diseñadores como Rei Kawakubo, Dai Rees, Jean Paul Glutier, y Ricardo Tisci quienes inspirados en Kahlo retomaron los colores, texturas, materiales e incluso piezas completas como los corsés para sus prendas y colecciones. |