REGINA, CORREDOR DE CULTURA Y DINAMISMO
· A dos años y medio de su rehabilitación, esta calle del Centro Histórico es ejemplo del éxito en la recuperación de espacios públicos
Pasó de ser un callejón oscuro con vocación de estacionamiento a uno de los corredores peatonales más vivos y dinámicos del Centro Histórico, la calle Regina, a dos años y medio de su rehabilitación, es hoy en día un claro ejemplo de la atinada política del gobierno capitalino que, a través del rescate del espacio público, busca generar convivencia y comunidad.
En el tramo comprendido entre las calles 20 de Noviembre y Aldaco, se realizaron obras de remozamiento a fachadas de edificios antiguos, trabajos de reforestación en jardineras e instalación de bancas, postes y cestos de basura que, en su conjunto y desde octubre de 2008, dan una nueva cara a quienes transitan por el sur poniente del primer cuadro de la ciudad.
En este corredor cultural conviven las tejedoras de la banca roja que llaman la atención de las parejas de paseantes o de quienes aprovechan el ambiente ajeno al caos para llevar a sus perros de todo tipo de pelaje y tamaño a caminar sobre los adoquines.
Los niños prefieren andar sobre bicis, patines del diablo, jugar a corretearse o internarse en el jardín de juegos que también se instaló como parte de las obras de rehabilitación y que con sus coloridas caricaturas del Callejón del Cuajo hacen parar a muchos para tomarse las fotos del recuerdo.
Es el caso de la familia Manríquez, que a petición de su hija decidieron venir desde Acolman, Estado de México, a conocer el mural que con la familia Burrón de Gabriel Vargas homenajea el trabajo de Diego Rivera, a través de la parodia de su obra “Sueño de una tarde Dominical en la Alameda Central”, “está muy limpia la calle, se siente muy segura y tranquila”, dice el señor Ricardo, quien con su esposa e hija descansa en unas de las bancas.
De acuerdo con datos de Fideicomiso del Centro Histórico, el corredor cultural Regina tuvo una intervención en nueve mil 368 metros cuadrados a lo largo de cuatro cuadras y una inversión de 54 millones 600 mil pesos.
En esta zona, hay 18 edificios catalogados como monumentos históricos por el Instituto Nacional de Antropología e Historia entre los que se destaca el Templo de Regina Coeli, también hay más de 35 establecimientos mercantiles, muchos de ellos dedicados a ofrecer una amplia gama gastronómica y el referido jardín con juegos infantiles donde niños como Cristina y Carmen juegan mientras sus padres vigilan o duermen entre sus bancas.
“Me gusta que vengan los niños a mi calle, mi hermana y yo vivimos aquí y antes jugábamos en nuestra casa, ahora mi papá nos trae todos los sábados a los juegos y nos gusta mucho”, expresa Cristina, quien estudia el cuarto año de primaria y se muestra protectora de la pequeña Carmen.
A unos pasos, en el número 58 de la calle, se encuentra el restaurante Los Canallas que anuncia con gises de colores sobre su negra pizarra un variado menú que incluye pastas, pizzas, alitas y cerveza, ahí esperan a que su orden llegue Apolinar y sus dos amigos, los tres vienen de Veracruz, “hace tiempo que no veníamos y estamos sorprendidos de que haya más espacios para los jóvenes, creo que en el Distrito Federal se están haciendo cosas que deberían copiarse en otros estados de la República”, opina.
Entre esas cosas, Apolinar destaca la seguridad en el Centro Histórico, la posibilidad de transitar sin esquivar automóviles y la oferta de cada vez más espacios para que los jóvenes convivan comiendo, bailando, platicando y conociendo más de su patrimonio cultural, “nos dieron una publicación donde vienen anunciados muchos eventos para aprovechar este fin de semana, creo que eso está muy chido”, agrega.
Al transitar por Regina, la diversidad culinaria es otro aspecto que salta a la vista, hay quien todavía ofrece nieves caseras para disfrute de los paladares de clásica exigencia, en Regina, las tradiciones se preservan como lo narra Sebastián, quien con alegría afirma que sus ventas han incrementado desde que la calle es peatonal –"ahora ¿de qué trajiste?"– pregunta alguien al momento de la entrevista –"de limón y manzana"–, responde el chico que presume ser buscado frecuentemente por el toque en sus nieves de guanábana.
La sensación de mayor seguridad en esta zona ha propiciado además un reforzamiento en los nexos comunitarios, una mayor actividad económica y en general, el rescate del paisaje histórico y urbano para disfrute de capitalinos y visitantes nacionales y extranjeros, como Emmanuel, quien conoció a Condesa, su novia de Canadá, en Acapulco y que decidió ir al Centro Histórico para presumirle su país, “andamos caminando por aquí, al rato la voy a llevar a Mesones a que nos tomemos unos pulques”, dice divertido.
Quienes transitan por Regina han hecho de este espacio un lugar mágico, donde confluye lo moderno con lo clásico, donde las pollerías y recauderías se defienden amigablemente, del bullicio y vitalismo de los miles de paseantes, donde la imprenta o la tintorería parecen piezas de museo.
Se logró cambiar esa percepción que en 2007 arrojó una encuesta realizada por la Autoridad del Centro Histórico, entonces, la mayoría de las personas consultadas coincidieron en que “la calle era un lugar desagradable para vivir”, hoy, difícilmente alguien podría decir eso, inclusive, la oferta de vivienda en este corredor es otro de sus atractivos.
“Yo amo a mi Centro Histórico, me da mucho gusto verlo revitalizarse, ver que la gente lo disfruta, yo vengo muy seguido a caminar, me siento segura, me siento orgullosa”, comparte Catalina Jiménez con una gran sonrisa antes de seguir caminando del lado de una amiga, ambas llevan cafés fríos, caminan frescas, libres y tranquilas.
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